Descripción
Después de una noche de juerga en la que ambos habían bebido de más, una joven pareja española se montó en un taxi para que los llevara rumbo a Pinto. En el viaje empezaron a meterse mano y el taxista, bien majo, les dio permiso para que hicieran lo que quisieran bajo la promesa de no espiarlos. Lo que ellos no sabían era que el cabrón tenía una cámara oculta enfocando en primer plano el asiento trasero. Así fue como pudo grabar el polvo que se echaron de principio a fín, desde que ella empezó a comerle la polla hasta que él se corrió dentro de su coño follándosela a cuatro patas.
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